Este blog está discontinuado

Hola. Este blog ya no se actualiza. Pero me pareció bien que todo este material siguiera estando ahí. Por si alguna vez alguien quiere leerlo, y por contribuir a la basura informática.
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4.7.06

CEDIR, otro premio más

Lo peor de que se hagan mal las cosas, es que puede haber quien las tome como modelo. Así, el Centro de Diseño Integral de la Rioja CEDIR ha convocado su premio “no nacional” de diseño a imagen y semejanza de los PENES (Premios Nacionales). Y ni siquiera han aprovechado todos estos años de despropósitos enmendados y errores que su hermano mayor ya cometió y subsanó, y se cometen como si fueran nuevos.
El premio se desdobla en dos, el del diseñador y el de la empresa (esto nos suena…) y con ello, una vez más, no hay dotación, por supuesto.
A diferencia de los Premios Nacionales, aquí no hay proceso de nominación por comité consultor externo, sino que cada quién se autopropone. Con ello, no hay criba, y donde no hay criba, difícilmente hay excelencia. Y aunque como “argumento de venta” les funcionará, resulta inquietante la afirmación de que los ganadores automáticamente pasarán a estar nominados en los Premios Nacionales, o lo que es lo mismo: los diseñadores y empresas riojanos -– y los de Castilla-La Mancha, que comparten el modelo– son a partir de ahora los únicos que pueden, por esta vía, postularse por iniciativa propia al Premio Nacional sin someterse a la nominación por terceros.
Otro asunto espinoso son los criterios de valoración, que son parecido a los de los PENES… ¿los mismos? No exactamente. Están los ya sabidos de “el diseño como herramienta de competitividad y desarrollo”, que afortunadamente desapareció en los PENES, y lo de los “beneficios medioambientales” que siempre queda bien, hueco pero bien. A fuerza de apretar se ha ido consiguiendo que el valor cultural del diseño (diseño para usuarios o diseño para la economía…) se incorpore a los PENES como criterio de valoración: ya sea como “aportaciones significativas a la cultura del diseño”, o como “compromiso en la evolución de la cultura contemporánea”. En los del CEDIR, ni por asomo: la convocatoria y las bases conforman un desplegable de ocho páginas en el que la palabra “cultura” no aparece ni por descuido.
Y por último, y aquí ya se nos cae cualquier atisbo de condescendencia que pudiera quedarnos, está el jurado. Lo forman un representante de cada uno de estos organismos: Agencia de Desarrollo Económico de la Rioja ADER, Centro de Diseño Integral CEDIR, Dirección General de Educación de La Rioja; la Cámara de Comercio, la Federación de Empresarios y el Club de Marketing de la Rioja; la Escuela de Arte y Superior de Diseño de Logroño, y los colegios de Arquitectos y de Decoradores de la Rioja. Sospecho que no soy el único a quien le surge la misma duda indignante… ¿dónde están los diseñadores? ¿dónde los expertos en diseño?. Una vez más, los diseñadores nos tenemos que someter al juicio subjetivo de funcionarios, gestores y políticos, al de los arquitectos o al de los decoradores, porque ya se sabe, de diseño puede opinar cualquiera.
La cadena de despropósitos es difícilmente superable. Y lo peor, con el poco dinero que pueda haber para la promoción del diseño, éste es casi siempre el perfil de quienes lo gestionan. Con amigos como éstos, quién necesita…

1.7.06

¿Es el .pdf sólo un formato?

Para quienes trabajamos con información, el pedeefe es sobretodo un formato cómodo. Respeta con suficiente grado de fiabilidad los aspectos formales y de contenido del documento de origen, sin necesidad de remitirse a la aplicación con que fue creado. Es lo que a quienes se dedican a la industria del software les gusta tanto definir como un estándar. A ello se le añade su gran versatilidad (otra palabra que también les gusta mucho), que lo hace propio para presentación en pantalla, para su traslado al papel y para contenidos en internet, sobretodo si proceden de formato impreso. Una audaz política expansionista de Adobe frente a otras más restrictivas y mercantilistas que plantearon en origen otros productos similares lo ha convertido, insistimos, en el estándar. Y también lo está siendo como enlace en el proceso de las artes gráficas, gracias a una arquitectura increíblemente abierta y modular. Con ello, no hemos llegado a saber donde está el huevo y dónde la gallina: ¿son los pedeefes nuestro modo habitual de intercambio de documentos porque es el formato natural en las artes gráficas, o acaso un formato creado para el tránsito de documentación en las empresas se ha demostrado tan potente que han sido los impresores quienes lo han adoptado frente a otras alternativas más costosas, cerradas y opacas? Debe haber un poco de las dos cosas.
Pero más allá, el pedeefe está siendo para la difusión de la cultura impresa lo que el mp3 sería para la música. Y del mismo modo que éste último está resquebrajando los hábitos y maneras de la industria discográfica, el pedeefe lo hará pronto con la industria editorial.
No estamos ante la alternativa al papel, que esa discusión parece que la vamos superando, la revolución es mucho más profunda. Del mismo modo que ha explosionado un debate no siempre pausado y amable acerca de los límites de los derechos de autor y de propiedad intelectual en el mundo de la música, en el que los legisladores y los mal llamados gestores de derechos corren desesperados para intentar acercarse a una realidad que les supera ampliamente, no falta mucho para que esa situación se traslade, de la mano del bendito pedeefe, a la cultura de lo impreso. Los motivos son casi perversos: tradicionalmente, la remuneración patrimonial de la propiedad intelectual ha ido asociada al coste-soporte: Cuando comprábamos un disco, con su funda, su libreto y su soporte fonográfico, sabíamos que estábamos pagando esa remuneraciónal autor, aunque ahora hemos descubierto que es menor de lo que pensábamos.
El problema ha surgido cuando de la mano del mp3 y las descargas ese coste-soporte desaparece, y si se me permite, se descubre el pastel. Exactamente lo mismo sucede con lo impreso. Nadie duda que al comprar un libro o una revista, en el precio está metido lo que los autores han de percibir. O sea, vinculado y se diría que escondido en el coste-soporte. Y ahora, al desaparecer el coste del soporte, ese que se mide en unidades, se almacena en naves y se transporta en camiones, nos encontramos con el mismo problema. Entre otras cosas porque la industria y la legislación siguen usando una unidad de medida obsoleta: la tirada, que se conforma en número de ejemplares. Dos conceptos que no tienen cabida cuando la música ya no son discos, ni la literatura son libros.
No se trata aquí de alzar utópicas banderas por la difusión libre y gratuita, sino de alertar sobre la necesidad de abrir este debate. Acaso haya que replantearse unas politicas de remuneración que hoy son exclusivamente por royalties, y que habrá que pensar si no hay que combinarlas también con las de los honorarios. De momento, todo esto está sirviendo para que empiecen a oirse voces que reivindican un cambio de percepción. Y los gobiernos, los legisladores, los autores y creadores, la industria y los receptores vamos a tener que introducir una variable nueva: además de los derechos de autor, de los derechos patrimoniales que se devengan de ellos, de los de propiedad intelectual, de los de explotación, tendremos que barajar uno que de momento tenemos olvidado: el derecho que toda persona tiene al acceso a la cultura. No es nuevo, está desde 1948 en los artículos 22 y 27 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
El reto de todos es, como sucede casi siempre, encontrar las fórmulas para que lejos de estar enfrentados estos derechos sean compatibles.
La cultura no es un derecho para unos pocos, para los privilegiados, para el primer mundo.
Vamos a tener que redefinirlo todo. Incluso las palabras se nos están quedando obsoletas: la propiedad es material por definición, indica posesión frente al que no posee, pero las ideas no tienen propiedad: tienen autoría. La propiedad de una idea es del que la conoce, no del que la tuvo. Afortunadamente.
No es la primera vez que lo escribo: Si el pan o la leche pudiéramos pasarlos a .pdf, se acabaría el hambre en el mundo... ya que es posible hacerlo con la cultura, hagámoslo.
Álvaro Sobrino. Diseñador gráfico, periodista y editor.
Mantiene una columna en la revista VISUAL, con el nombre de Crónicas de Pseudonimma, donde recoge opiniones de otros y las suyas propias acerca de la actualidad del diseño español.