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13.12.08








La sabiduría del editor

He leído, en un ir y venir de AVE, La sabiduría del editor de Hubert Nyssen, que publica Trama Editorial. Supongo que es un libro para editores, pero extensivo a quienes les gustan o les interesan los libros. Y vale también para diseñadores de libros. O sea, que a mí me pilla por todos los frentes.
Es muy recomendable, y ligero. Creo que estoy descubriendo una nueva medida de libro, la que da para un ida y vuelta MAD/BCN ahora que hemos prescindido muchos del avión.

Me ha gustado especialmente encontrar en Nyssen coincidencias con argumentos a los que he dado muchas vueltas en textos que he escrito sobre el libro, por ejemplo aquí, o aquí.
Dice Nyssen:

"Ese es el doble y paradójico deber del libro... hacerse olvidar en tanto que objeto e imponerse en tanto que sujeto. Durante la lectura, hacerse olvidar, efectivamente, estar tan poco presente como para que no nos ocupemos ya de él, más de lo que en el cine nos interesamos por los proyectores que están en la cabina. Ah ¡pero no es cualquier cosa! Pues para disponer un texto sobre una página hay que tener en cuenta parámetros muy particulares que permiten a la mirada que va de una línea a otra, como la lanzadera sobre el telar, desplazarse en una comodidad perfecta: elección de los caracteres, tamaño, interlineado, márgenes, disposición del campo constituido por el espejo del texto, selección de un papel que no refleje la luz, toda una ingeniería... Y luego es importante, al mismo tiempo, que el libro quede bien entre las manos, a la altura del lector, y que no recuerde ya su presencia más de lo que en otras circunstancias las gafas en la nariz. Al contrario, antes o tras la lectura, y al cerrarlo, el objeto libro vuelve al primer plano. ¡Ojalá pueda el humilde paralelepípedo de papel ser entonces visible sin violencia, sin estar disfrazado de imágenes llamativas por grafistas salidos de las filas de la publicidad, sin texto de cubierta en forma de declaración triunfal! ¡Ojalá pueda, este libro materializado, ser deseable con su dulzura, y por sus justas apariencias despertar o avivar el deseo! Deseo de ver, de palpar, de aspirar, de tocar, de acariciar, de abrir, de hojear. Un deseo que sugiere ya el placer de la lectura y que mediante pequeñas palpitaciones conduce allí al lector. El arte de la seducción combinado con el de la discreción...
Pero, por desgracia, lo que en los registros del formato, de la paginación, de la encuadernación y de la cubierta se hizo durante mucho tiempo con deleite, a menudo con dulzura y con íntimas complicidades, se practica ahora con tal furor competitivo que a veces los libros, en los escaparates de las librerías, semejan tablones de anuncios donde se desafían unos a otros mediante resplandores y colores como los productos alimenticios en un supermercado".
Especialmente delicioso me ha resultado cuando cuenta el autor:

"recibí la carta en la que Pascal Durand me contaba que en 2005, en una tesis sobre el libro electrónico, había encontrado la reflexión de un ingeniero bromista que aseguraba que si el ordenador hubiera sido inventado antes que el libro, éste habría aparecido como un progreso tecnológico considerable porque puede prestarse, hojearse, aspirarse, anotarse... Hay ahí un humor que da confianza. Pero, ¿en qué?"
El diseño del libro es de Miguel San José Romano, y la fotografía de cubierta de Chema Madoz.


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Álvaro Sobrino. Diseñador gráfico, periodista y editor.
Mantiene una columna en la revista VISUAL, con el nombre de Crónicas de Pseudonimma, donde recoge opiniones de otros y las suyas propias acerca de la actualidad del diseño español.