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27.4.09


Treinta años engañándonos con los chicles


Un buen día nos dimos cuenta que los chicles ya no olían, y su sabor se perdía en apenas unos minutos. Llevamos treinta años recordando aquellos chicles que mascábamos de pequeños, Adams, Cheiw y por supuesto, el Bazooka Joe de tres anillos.
Incluso con el tiempo, llegamos a pensar que aquellos recuerdos no eran reales, y que simplemente los habíamos idealizado como sucede con los lugares de nuestra infancia, que siempre son más feos y, sobretodo, más pequeños en la realidad que en nuestra memoria. O hemos podido sospechar que acaso con la edad nuestra capacidad de apreciar sabores se va atrofiando, y por eso los chicles parece que ya no son lo mismo...
Todo es mentira. Han ido restándole aroma y sabor a los chicles, poco a poco, imperceptiblemente, durante años, como si no fuéramos a darnos cuenta. Y ahora, de repente, aparecen nuevos chicles (Sense de Trident, Pulse5 de Wrigley Co.) que huelen y saben como los de antes, como cuando éramos pequeños... y cuestan cuatro veces más que los chicles normales.
Han ido manipulando nuestro recuerdo, nuestra memoria colectiva, para convertirla en su herramienta infalible. Lo han conseguido, treinta años después estamos dispuestos a pagar por un chicle normal cuatro veces más. Sólo tenían que crearnos la necesidad, era cuestión de tiempo.


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Álvaro Sobrino. Diseñador gráfico, periodista y editor.
Mantiene una columna en la revista VISUAL, con el nombre de Crónicas de Pseudonimma, donde recoge opiniones de otros y las suyas propias acerca de la actualidad del diseño español.