Este blog está discontinuado

Hola. Este blog ya no se actualiza. Pero me pareció bien que todo este material siguiera estando ahí. Por si alguna vez alguien quiere leerlo, y por contribuir a la basura informática.
Puedes ver y leer lo que hago y escribo ahora en instagram,
en facebook, en twitter...

23.12.10

Chico & Rita... (lo que hay que dar no se quita)



(Carta abierta a Fernando Trueba)

Estimado Fernando:

No nos conocemos, soy amigo de Javier, él me ha hablado mucho de ti y del trabajo que habéis hecho juntos. Acabo de leer hoy en El País las declaraciones en las que afirmas: "Yo pago religiosamente mis impuestos desde el primer día que recibí mi primer sueldo y la ley no me protege. Si se me puede robar tan impunemente, si nadie me defiende de esos robos, no sé porqué tengo que pagar mis impuestos. Estoy contemplando muy seriamente la posibilidad de hacerme objetor fiscal". Te refieres, lógicamente, a la Ley Sinde que con mejor o peor criterio tumbaron ayer unos señores a los que hemos votado entre todos.

Desde el respeto, quiero decirte que la insumisión fiscal (no existe en este caso la objección como posibilidad) puede ser una posición respetable, siempre que se esté de acuerdo en asumir las consecuencias. Para ello, hay que hacerla pública y estar dispuesto a que te multen, o incluso a ir a la cárcel. Porque lo otro, no pagar los impuestos que a cada uno le toquen sin decir nada no es ni objección ni insumisión, es choriceo. Deberías aclarar a qué te refieres.

Por otra parte, creo que hay muchos ciudadanos con motivos mucho más contrastables que los que podamos tener tú o yo para pensar en negarse a pagar impuestos. Hablo de gente que ve sufrir a su familia, gente que vive en condiciones que nosotros sólo vemos en la tele... Hay que tener cuidado, cosas como éstas, dichas así, me parece que pueden ofender mucho.

Por último, y ahora sí, necesito saber qué vas a hacer. Tengo previsto ver en cuanto se estrene la película que has hecho con Javier. Me ha hablado mucho de ella, y como es él me ha contagiado el entusiasmo y tengo enormes ganas de verla. No acostumbro a piratear películas, me gusta disfrutarlas en pantalla grande o esperar a verlas con buena calidad en el sofá de casa, en televisión. Pero si tú decides no pagar impuestos tienes que entender que algunos no queramos pagar por ver una peli subvencionada con el dinero de nuestros impuestos. Espero que rectifiques la afirmación a la que me refería antes de que se estrene, me basta un comentario aquí pero estaría bien que esa rectificación fuera pública. Si no lo haces, al menos yo no pienso pagar una entrada por verla. Y sin verla tampoco me voy a quedar... o sea que me pasaré al lado oscuro para encontrarla. No me hace falta que te parezca bien, a mí tampoco me parece bien que tú no quieras pagar impuestos pero que yo tenga que pagar por ver películas que haces a costa de los que yo sí pago.

Un abrazo para tí y otro para Javier.

Alvaro Sobrino

P.S.: He usado un fotograma de la película para ilustrar este post. Algunos dicen que debería pagar por ello. Si te molesta, me lo dices y lo quito.

19.12.10

el buen librero, esa leyenda urbana


A quienes defienden que las librerías seguirán siendo el espacio natural donde comprar libros...
Hemos oído y hemos leído defensas numantinas sobre el papel del librero tradicional. Excepciones habrá, y yo conozco alguna... pero la tónica general poco tiene que ver con ese perfil idílico que algunos se empeñan en defender.
Hoy, en las librerías, encontramos varios tipos de libreros.
El becario. Suele ser estudiante, y en el mejor de los casos, le gustará la lectura. Pero no nos equivoquemos, está ahí para sacarse unas perras, no ha tenido tiempo por su juventud para leer mucho, y si puede estar al día de lo más nuevo y evidente, su cultura librera carece de fondo de armario. En el mejor de los casos agradeceremos su jovialidad y entusiasmo, porque todavía no ha dado tiempo a que se le retuerza el colmillo. Aunque con toda probabilidad encontremos otros muchos a los que nuestras inquietudes literarias le traigan al pairo y no tengan inconveniente en demostrarlo, una reacción comprensible y acorde con la retribución que reciben.
El que no se levanta. Si vamos a Zara o a una perfumería, un adiestrado dependiente de sonrisa profidén se dirige a nosotros, nos pregunta, nos orienta, se refiere a lo elegante que es nuestra bufanda... en la librería el dependiente muchas veces no levanta la cabeza del ordenador, en el que posiblemente esté revisando albaranes de devolución. Cuando nos dirijamos a él, su buena educación, que se le presupone, no podrá empañar la sensación de que le estamos molestando. A nuestra pregunta sobre determinado ejemplar, en muchas ocasiones nos indica la sección o estantería donde lo encontraremos, ni siquiera se levanta... él sabe dónde está, nosotros tendremos que buscarlo, él necesita vender, nosotros sólo estamos dispuestos a comprar. No tiene sentido, pero es lo habitual.
El que lo ha leído todo. Es una mentira extendida que los libreros leen mucho. Algunos de ellos se empeñan en mantener ese bulo, y cuando les preguntas opinan si tener la menor idea, cualquier cosa antes que reconocer que ese libro no lo han leído. Los libreros antiguamente dedicaban tiempo a leer, en las horas de baja afluencia de público. ¿Cuánto hace que no vemos leer al librero? Bastante tiene con mantener al día la burocracia intrínseca a su profesión: altas, bajas, devoluciones, novedades, actualizar la web o dinamizar el perfil de Facebook... La jornada del librero es extendida, si los demás apenas tenemos tiempo para leer... ¿por qué nos empeñamos en pensar que él sí lo tiene?
El que establece un enfrentamiento en cada venta. No importa si es porque deletreas mal el nombre del autor, si es porque el ejemplar solicitado se corresponde con una de esas editoriales/distribuidoras que le cobran el porte, hay libreros que entienden el ejercicio de la venta como una batalla, una yinkana que tenemos que superar. Sólo así, nos venderá el libro.
Si alguien quiere conocer un ejemplar único de esta especie, en la cuesta de Moyano hay una señora con gafas, malencarada, que muerde cuando te acercas. A veces tiene cosas interesantes a buen precio en cajas de madera. Si se te ocurre empezar a rebuscar, te regaña con un "no toques los libros que se estropean, si quieres algo lo coges y ya está...".

Seguro que a alguien se le ocurren otros para completar esta tipología. Es cierto que no se puede generalizar, yo mismo conozco unos cuantos libreros fantásticos que se ofenderán si leen esto, y con razón. Pero me queda la duda: esos libreros, que dedican tiempo a la conversación, que orientan, que conocen mis gustos... son mis amigos, soy un habitual en sus librerías... ¿tratarán así a todos los clientes?
Álvaro Sobrino. Diseñador gráfico, periodista y editor.
Mantiene una columna en la revista VISUAL, con el nombre de Crónicas de Pseudonimma, donde recoge opiniones de otros y las suyas propias acerca de la actualidad del diseño español.