Quiero dejar claro antes de escribir esto que el ilustrador Puño es amigo mío, que a veces viene a comer a nuestra casa y siempre dice eso de que “está muy bueno esto, oye”, que además hace ya unos años que colabora habitualmente en la revista que dirijo, y que edité un libro suyo magnífico hace unos años. Todo esto no es relevante para mí, pero admito que pueda serlo para el lector, que no tiene por qué creerme si afirmo que todo ello no influye en la percepción que puedo tener sobre lo que aquí se trata. Y digo esto también porque sobre ello he leído el artículo poco riguroso que en lainformacion.com se ha publicado, y en el que se obvia una información relevante: el director de ese medio era el jefe de la señorita Nogales en El Economista, donde se publicó la ilustración que utilizaba los iconos de Puño. Incluso es muy posible que fuera el director cuando fue publicada, y si así no fuera, pueden desmentirlo.La historia, que está dando bastante guerra en twitter y en los blogs, es básicamente la siguiente: el ilustrador Puño encuentra
una ilustración en la que se han utilizado
unos iconos que él hiciera en 2003. Contacta con la “autora”, y cruzan una serie de mensajes. Como quiera que no hay ni el dolor de contricción ni el propósito de enmienda que nos aconsejaban los curas en el cole, sino altanería y desplante, el ilustrador Puño se da el gusto de reproducirlos en su blog.
Merece la pena leerlos. A partir de aquí, el tema crece. En unas horas aparecen
otros plagios de la señorita Nogales bastante más sangrantes que el que originó la polémica. Tanto es así, que incluso se ve obligada a cerrar la
página donde recoge sus ilustraciones, ante la cascada de coincidencias y similitudes entre sus dibujos y los de otros que empiezan a correr por la red.
Al ilustrador Puño le llaman de la comisaría, ella le ha denunciado. Hasta aquí los hechos, que quien quiera puede seguir
aquí.
De todo lo que está pasando yo me quedo con algunas consideraciones.
- El ilustrador Puño está en todo su derecho de hacer pública su correspondencia, porque es suya, y porque sus derechos como autor han sido vulnerados y hacerla pública contribuye en parte a restituir su imagen y su reputación (que aunque sean malas, las tiene).
- A mí me gusta que los autores, cuando les pasa esto, lo hagan público. Los defensores de Elisabeth Nogales y ella misma le han afeado la conducta, pero con ello el ilustrador Puño está defendiendo sus derechos morales –que también están en la Ley de P. Intelectual–, porque los económicos le corresponden a quien los ostenta, en este caso, su cliente.
- Toda esta polémica se reduce a lo siguiente: el ilustrador Puño tiene poco que perder, a lo sumo, un juicio de faltas que le acarree una multa que a buen seguro sus amigos pagarán a escote, aunque solo sea por lo que se están riendo con toda esta historia. La señorita Nogales, en cambio, está jugándose mucho más, y debería ser la interesada en que esto no siga creciendo. Por eso no se entiende –yo al menos, no entiendo– ni que haya denunciado al ilustrador Puño ni que haya movido los hilos para que su exjefe le eche un capote aprovechando que dirige un importante medio de comunicación, capote tan burdamente tejido que se está volviendo en su contra.
- Tanto la web donde se recogen otros plagios de la señorita Nogales como el enlace al blog del ilustrador Puño donde relata el caso han llegado a las primeras páginas en meneame.net, superando ambos los quinientos “meneos” por parte de los internautas. Supongo que es la manera en que ilustradores (o no) y amigos (o no) de Puño le están diciendo a la señorita Nogales que recule y no siga por ahí.
- Con esta denuncia se reabre por enésima vez la polémica sobre la responsabilidad del bloguero sobre los comentarios anónimos que sus seguidores hacen. El ilustrador Puño se ha cuidado de insistir en que no se profieran insultos, y ha ido quitando los que se producían. Llama la atención el hecho de que en el artículo de lainformacion.com no sucede esto, y a uno y a otra los están poniendo a caer de un burro.
- El señor Puño no tendría por qué meterse en líos y denunciar el plagio en los juzgados, pero es que la señorita Nogales no le está dejando otra opción. Con una diferencia: la denuncia por plagio se sostiene, la otra no hay por donde cogerla. Y el plagio es una cosa seria con penas considerables, y lo del ilustrador Puño, si fuera punible, no pasaría de colleja y multa.
- Con internet lo de que los plagios no se descubrían ha pasado a la historia. Me parece peligrosa la reacción que están teniendo algunos, cada vez más, arguyendo que ya todo está inventado, que si se modifica un poco ya es una obra distinta, que tampoco es tan importante y que todos cogemos cosas de todos... no, no todo vale. Y si en el caso de los iconos del ilustrador Puño puedo entender que haya quien discrepe, los que han ido saliendo después no dejan lugar para las dudas: hay límites que no hay que traspasar, y si se traspasan, hay que apechugar con las consecuencias. El día que a Google le dé por compartir una buena herramienta –no lo que hay ahora– que compare imágenes en la red, no vamos a ganar para sustos.
Y escrito esto, quiero insistir en lo del principio: aunque el ilustrador Puño sea mi amigo, no tengo ningún inconveniente en desautorizarle cuando no tiene razón, por ejemplo cuando se pone pesado con eso de que los zombies existen y están por todas partes, e intenta venderme sus teorías sobre lo que hay que hacer el día que salgan a la superficie. Pero, cuando tiene razón, y esta vez la tiene, hay que dársela.