Este blog está discontinuado

Hola. Este blog ya no se actualiza. Pero me pareció bien que todo este material siguiera estando ahí. Por si alguna vez alguien quiere leerlo, y por contribuir a la basura informática.
Puedes ver y leer lo que hago y escribo ahora en instagram,
en facebook, en twitter...

27.2.12

Economía para zotes (XI). Esta semana, la doctrina del shock

A finales de la semana pasada supimos que habían embargado los enseres de un colegio, con los niños dentro, por su deuda con la Seguridad Social. Hoy la prensa dice que han sido devueltos (los enseres) y que el colegio vuelve a la normalidad. Puede leerse aquí la noticia de El Mundo, similar en todos los medios, que deja sin aclarar muchas cuestiones.

¿El embargo había sido precipitado o no reunía los requisitos legales? Siendo así, quiere decir que posiblemente se hagan otros embargos así, pero como no salen en los medios, los afectados están indefensos. Eso produce miedo.

Quizá el embargo era procedente. Entonces hay que preguntarse cómo se deja sin efecto en un fin de semana. ¿Basta una llamada de teléfono de alguien para que algo tan serio, avalado por una decisión judicial, quede en papel mojado? Eso también produce miedo.

No sabemos porque no lo dicen quien decide que el embargo queda en suspenso. Pero parece que es una buena idea. Demuestra la cintura de quien haya tomado la decisión y tenía la capacidad (o habría que llamarlo poder) para pasar por encima del juez, del ministro de al lado y del sursum corda, y resolver el asunto de viernes a lunes. Eso genera confianza, aunque debería generar miedo. Porque si esta vez puede parecernos bien, no quita para que los mismos mecanismos sean utilizados para cualquier otro fin. Porque en realidad, lo que generaría confianza sería que existieran los resortes necesarios, los mecanismos para que ese embargo no se hubiera producido. Pero el objetivo no es la confianza, sino el miedo. Ahora ya sabemos que pueden quitarle la silla a los niños cuando estén sentados en ella. Y frente a eso, sólo ellos (¿quiénes? eso es lo peor, que no sabemos exactamente quienes son) pueden resolvernos el problema. Si quieren.

20.2.12

El paréntesis Wert, las medias verdades y las bibliotecas

Desde el mes de enero, las bibliotecas públicas no reciben sus suscripciones a revistas culturales. El paréntesis Wert es el hueco que quedará en las estanterías de las bibliotecas, ese vacío en las colecciones de las revistas. Por activa y por pasiva el ministro y los que mandan en el Ministerio se empeñan en las medias verdades. Hace unos días, en el Congreso de los Diputados decía el ministro:

"Este es un problema jurídico, no es un problema material o sustantivo y primero tenemos que intentar resolverlo jurídicamente".

Posiblemente lo sea. Y haya que resolverlo. Los problemas jurídicos se resuelven con la Ley en la mano. Lo que se ha hecho, en lugar de buscar una solución, es eliminar el problema. Lo que viene siendo tirar por la calle de enmedio, o una eutanasia cultural, si se prefiere. Dijo también el ministro:

"la forma en que se estaba realizando este apoyo directo a las revistas culturales a través de compra en bloque vulneraba posiblemente la Ley General de Subvenciones". 

Hay que insistir que esta fórmula que se cuestiona ahora es la que lleva veinte años usándose: incluso aunque fuese verdad que vulnera la Ley de Subvenciones y lleva veinte años haciéndolo, parece difícil justificar la urgencia con que se ha tomado la decisión, habida cuenta de la proporción de las consecuencias.

Las leyes no se vulneran "posiblemente". O se vulneran o no. Y para ello, hay que esperar a determinadas garantías por si acaso no se vulneran. Entre otras cosas, porque si las decisiones se toman en base a "posiblementes" no cabe recurrirlas ni argumentarlas en contra. Que quizá sea lo que se buscaba.

"...se había recibido en el ministerio una advertencia en este sentido por parte del Tribunal de Cuentas".

Ni los ciudadanos, ni las bibliotecas públicas ni las revistas culturales, a quienes afecta de manera directa esa "advertencia" han tenido acceso a ella. Es de sentido común que su existencia ponía a los responsables en la tesitura de elegir entre dos vías: podían haber optado por subsanar las deficiencias, encontrando una solución jurídica al problema. La otra, esperar a que el Tribunal emitiera su dictamen, ante el que ellos mismos o terceros afectados podrían elevar recurso de casación y revisión ante el Tribunal Supremo.
Pero ni lo uno ni lo otro. En un exceso de celo –llamémoslo así– se opta por interrumpir las adquisiciones de revistas culturales en las bibliotecas públicas. Ignoro si con ello el Tribunal interrumpe el proceso y no existirá nunca el dictamen que avale esa decisión, o si por el contrario éste sigue su curso. Si así fuera, podría darse la paradoja de que éste no encontrara vulneración a la Ley de Subvenciones. O que sí encontrara que se vulnera, y que alguien decidiera recurrirlo (o no). En uno y otro caso, la consecuencia es similar: en lo que dure ese proceso las bibliotecas no habrán recibido las revistas, un daño que no podrá repararse.

Ante todo este despropósito solo acierto a intuir dos motivaciones: que los responsables hayan querido curarse en salud, poner la venda antes que la herida. O que detrás esté una voluntad política de recortar también por ahí. Personalmente me da igual, porque otra vez las consecuencias son las mismas: los ciudadanos no podrán leer las revistas en las bibliotecas, los editores de éstas verán empeorar sus ya maltrechas economías –la medida ya se está llevando por delante unas cuantas cabeceras, algunas históricas y que forman parte del patrimonio cultural de este país– y las bibliotecas verán mermadas también por esta vía sus adquisiciones.

"Estamos buscando una fórmula de encaje legal, en cooperación con comunidades autónomas y ayuntamientos, porque a nosotros también nos parecería un drama que desaparecieran las revistas culturales, y por nuestra parte vamos a hacer lo necesario para evitarlo"

Por mucho que insista el ministro, el proceso es erróneo. Al invertirse en el tiempo las medidas a tomar, el "paréntesis Wert" es ya desde este mes de enero una realidad. Lo lógico hubiera sido encontrar la solución jurídica primero, evitando interrumpir las subvenciones. Pero se ha hecho al revés. Es cuestión de semanas, ni siquiera meses, el que el daño sea irreparable.

8.2.12

Ocho asociaciones de diseñadores firman un comunicado conjunto sobre la imagen de la Candidatura Olímpica

Es un hecho sin precedentes. No se recuerda que cinco ocho asociaciones de diseñadores consensúen y suscriban un texto de estas características. Hay que alegrarse, por mucho que las ausencias sean especialmente sonoras.

Comunicado imagen candidatura olímpica Madrid 2020

Desde las asociaciones abajo firmantes manifestamos nuestro estupor y disconformidad con el proceso seguido para la elección del identificativo para la Candidatura Olímpica de Madrid 2020, así como con el resultado obtenido. La convocatoria de un concurso entre estudiantes, más allá de la desconsideración hacia el colectivo de profesionales del diseño y hacia la actividad profesional que desarrollan, no es un proceso idóneo para obtener la mejor solución. Incluso la tentación que supone un concurso de este tipo en lo que a repercusión mediática se refiere, suele volverse en contra y acabar con un resultado exactamente contrario al esperado, como ya conocen y como ya sucedió en el concurso de diseño para la candidatura de 2016. (seguir leyendo)

7.2.12

A la cultura no se la mata, basta con dejarla morir

No dejo fuera ni a los grandes ayuntamientos, ni a las comunidades autónomas, ni al gobierno central. Como si de una consigna se tratara, todos están actuando igual.
La estrategia consiste en no decir ni que sí ni que no. Cualquier acontecimiento relacionado con la cultura necesita meses de preparación, contactar y convencer a quienes desde fuera han de aportar contenidos, prever servicios externos... desde las distintas administraciones lo que se está haciendo en infinidad de casos es retrasar y retrasar la decisión sobre si se podrá contar o no con presupuesto. Los organizadores de festivales, encuentros, ciclos, jornadas, exposiciones, van estirando su entusiasmo en condiciones precarias a la espera de la noticia: que no habrá recorte o este será pequeño. Los políticos entretanto, dando largas, sin comprometerse pero sin decir que no. Al final las fechas se echan encima, y el organizador optará por lanzarse a la piscina sin saber si hay agua, con lo que posiblemente se arruine, o decidirá suspender. El político habrá conseguido su objetivo, recortar sin tener que mover un dedo.
Por esta vía estamos viendo caer festivales de cine y teatro, encuentros de artistas, jornadas de debate cultural, exposiciones, y un sinfín de actividades que formaban parte de eso que llamamos la agenda cultural.

Las revistas culturales en las bibliotecas no iban a ser menos

Cito textualmente al ministro de Educación y Cultura, José Ignacio Wert, en la sesión del Congreso de la semana pasada, en el turno de réplica a una intervención del diputado Chesús Yuste:

"Este es un problema jurídico, no es un problema material o sustantivo y primero tenemos que intentar resolverlo jurídicamente. ¿Cuál es el problema jurídico? Pues que la forma en que se estaba realizando este apoyo directo a las revistas culturales a través de compra en bloque vulneraba posiblementela Ley Generalde Subvenciones y se había recibido en el ministerio una advertencia en este sentido por parte del Tribunal de Cuentas. ¿Qué estamos haciendo? Estamos buscando una fórmula de encaje legal, en cooperación con comunidades autónomas y ayuntamientos, porque a nosotros también nos parecería un drama que desaparecieran las revistas culturales, y por nuestra parte vamos a hacer lo necesario para evitarlo"

Me consta que es cierto, lo del problema jurídico y el toque que el Tribunal de Cuentas les ha dado. Pero estas subvenciones vienen produciéndose con idéntica forma de financiación desde hace veinte años. Lo lógico si existe un problema jurídico es arreglarlo, y si ese problema se remonta a veinte años atrás no viene ya de unos meses. Habrá que modificar lo que sea menester para cumplir con lo que el Tribunal de Cuentas exija. Eso sería lo lógico. Pero aquí se ha hecho al revés: de momento echamos el cerrojo, y vemos si en el entretiempo –que si damos con la fórmula, que si no– se nos queda el enfermo por el camino. Y así, no nos cuesta.
Hasta estoy dispuesto a decir que me creo las palabras del ministro. Que de verdad están trabajando en ello. Que a él también le parece un drama que desaparezcan las revistas culturales y que no lo dice porque es lo que tiene que decir... incluso aunque sea verdad, señor ministro, y dentro de un tiempo, vuelvan a existir las suscripiciones a las revistas culturales en las bibliotecas públicas, es importante saber que durante este tiempo que las bibliotecas no recibirán sus ejemplares, sucederán cosas. Porque la cultura, con dinero o sin él, no se ha parado nunca. Durante el tiempo que ustedes están tardando, las bibliotecas han visto interrumpidas sus suscripciones a revistas culturales. Lo que no consiguieron dos guerras, una dictadura, otras crisis, lo están consiguiendo ustedes por un quítame ahí unas páginas con el Tribunal de Cuentas.
Si ustedes no se dan prisa por encontrar una solución inmediata, dentro de unos años, señor ministro, en las colecciones existirá un vacío correspondiente a 2012, un hueco en las estanterías de nuestras bibliotecas. Y muy posiblemente, los bibliotecarios y los lectores de este país le pongan un nombre: el paréntesis de Wert. Usted podrá decir que no tiene la culpa. Porque usted no está matando ese trocito de la cultura. Simplemente, lo está dejando morir.









6.2.12

Nos Visual, los concursos y las cesiones de derechos

Sigue coleando el asunto del cartel del Carnaval del Ayuntamiento de Madrid. En ningún caso podríamos defender al Ayuntamiento, que se equivoca, y no solo esta vez, convocando estos concursos. Pero es inaceptable la posición del diseñador. Una mentira, por mil veces que se repita, no se convierte en verdad. Las bases del primer concurso, el de Lleida, especificaban claramente la cesión de determinados derechos de reproducción, concretamente donde dice: "la imagen del cartel ganador y la de los diez finalistas de cada convocatoria se publicarán en la revista de Fiestas del Otoño, editada por IMAC del Ayuntamiento de Lleida".
Con esa cesión, el cartel incumplía la condición de inédito que se requería en las bases del segundo concurso, el de Madrid. Así, no cabe sino dar la razón al Ayuntamiento al decidir no utilizar el cartel ganador y reclamar la devolución del premio. Y preocupante, muy preocupante, es la imagen de esta profesión que se está transmitiendo, no ya solo por la actitud del autor, sino por ese corporativismo malentendido que está llevando a muchos a defender su postura.
Nos Visual ha publicado en su web una declaración en la que mantiene su impostura. Sigue equivocándose al mantenerse en su posición y falsear la realidad: que cedió unos derechos que no le pertenecían (pinchar en la imagen para ampliar).


2.2.12

El entierro del diseño de la sardina

Sin haberse apagado el fuego del logotipo para la candidatura olímpica, estalla también el asunto del cartel de carnaval. Si de ésta los que mandan en Madrid no se replantean lo del diseño en esta ciudad, entonces es que ya no tiene remedio.
El cartel ganador del concurso, obra de Fernando Jiménez Sánchez, había sido presentado anteriormente con pequeñas diferencias al concurso para el Carnaval de Lleida, quedando finalista.
Sigamos la secuencia de los hechos. Al principio, desde el Ayuntamiento intenta minimizarse la polémica, y un portavoz de la Concejalía de las Artes manifiesta que el cartel es original e inédito.
Unas horas más tarde, rectifican afirmando que el cartel no es inédito. En un alarde de estulticia, manifiestan que ese diseño no se utilizará y que el propio Ayuntamiento diseñara uno nuevo, que no costará nada.
Enseguida, los autores manifiestan que no devolverán los 4000 euros del premio.

En otras ocasiones ya he manifestado lo que opino de estos concursos. Y al tiempo, no recuerdo haber escrito nunca sobre los que se presentan a ellos. Me parece que desde el colectivo de diseñadores hay que ser enérgicos en la protesta mientras los concursos indiscriminados se sigan convocando. También creo que los diseñadores no debemos prestarnos a participar como jurados, y en la medida que se pueda, cuando nos llaman, intentar reconducir el concurso hacia una solución que no resulte peyorativa ni denigrante para la profesión. Pero mientras existan estos concursos –y seguirán existiendo–, la decisión de presentarse es individual, y por ello debe respetarse aunque no se comparta. Hay que pensar que los estudiantes pueden considerar estos concursos como una vía de conseguir trabajo –y vista la precariedad laboral que hay en los estudios, poco podemos los profesionales echarles en cara–. De alcanzar cierta notoriedad y enriquecer el portfolio. Y por qué no, de aspirar a llevarse el dinero del premio.
Me gusta menos cuando son los profesionales que ya está en el mercado quienes se presentan, como es el caso. Con ello se invalidan los argumentos colectivos e individuales en contra de esta práctica. Ahí cada uno debe medir su compromiso con la profesión, donde pone el listón de la ética y en cuanto valora su trabajo y la no conveniencia de entrar en procesos especulativos de contratación. Porque al final, un concurso sustituye a un encargo, es una mala vía de contratación. Insisto, son opciones individuales que no hay que compartir, pero que no deben –yo, al menos me resisto a ello– denostarse en público.

Pero este caso es distinto

 En las bases del concurso de Lleida se especificaba claramente que "la imagen del cartel ganador y la de los diez finalistas de cada convocatoria se publicarán en la revista de Fiestas del Otoño, editada por IMAC del Ayuntamiento de Lleida".
En un concurso, las bases son un contrato que obliga a las partes. Los participantes, por el hecho de serlo, asumen ese contrato. Cuando el diseñador Fernando Jiménez Sánchez participa en el concurso de Madrid, está cediendo unos derechos que no le pertenecen, porque ya los cedió al presentarse y quedar finalista en Lleida. Desde el punto de vista legal, espero que sus abogados le asesoren bien y le aconsejen devolver el dinero. Si lo hace no habría mucho problema, pero si no lo hace, el Ayuntamiento puede denunciarle, no ya sólo por la apropiación indebida de la cuantía del premio, sino por los perjuicios ocasionados a su imagen, e incluso por los economicos que se hayan derivado del fraude que supuso ceder aquellos derechos de los que no era titular: gastos de adaptaciones a formatos y soportes, impresiones en el caso de que hayan existido, etc. Es más, y ya como ciudadano de Madrid, animo, diría que exijo al Ayuntamiento que se lo reclame, que ese dinero no sale ni del bolsillo del concejal ni del Ayuntamiento, sale de los impuestos que pagamos.
Más allá del asunto legal, me preocupa más el ético y el estético. Aunque no esté de moda, sigo pensando como antaño he oído decir a los diseñadores mayores que cuando hacemos un diseño, aunque nos pague un cliente trabajamos para las personas sobre las que incidirá. En este caso, para los ciudadanos de Madrid. ¿Es ético darles como diseño el cartel que no quisieron en Lleida, máxime cuando es un dato público que se acabará sabiendo?.
Una vez estallada la polémica, cuando el asunto trasciende la relación cliente-proveedor/concursante, se quiera o no el diseñador está representando al colectivo profesional. No puede darse por bueno –aunque haya quien lo hace– que los diseñadores nos dedicamos a reciclar trabajos fallidos, no puede darse por bueno que nuestra praxis consiste en jugársela al cliente si se deja, no puede ser bueno que se piense que aunque nuestro trabajo no cumpla los requisitos necesarios para su utilización, por incapacidad o maldad nuestra, no asumimos esas responsabilidades... y todos estos elementos se dan en el caso que nos ocupa.
A mí personalmente me da igual donde tenga puesto el rasero ético este señor, es su problema. Pero sí quiero dejar bien claro que no todos los diseñadores actuamos así. Que no quiero que se me compare ni se me incluya en ningún grupo ni categoría con él. Porque no basta con ser buen grafista, hay que ser profesional. Y éste, no es de los nuestros. Al menos, no de los míos.


Álvaro Sobrino. Diseñador gráfico, periodista y editor.
Mantiene una columna en la revista VISUAL, con el nombre de Crónicas de Pseudonimma, donde recoge opiniones de otros y las suyas propias acerca de la actualidad del diseño español.